jueves, 3 de noviembre de 2016

Me duele Sevilla

Necio quizás sea el que diga estas palabras, pero sobra la verdad: me duele Sevilla. Tan hermosa ciudad, imponente la Giralda que con la mirada del guardián de su cima recorre cada lugar, y observa al visitante asombrarse por la belleza de sus calles, y al vecino en su balcón, orgulloso por el efecto que causa su hogar en cada rostro. Ay del que ve por primera vez la Plaza de España, que ante su inmensidad asciende la adrenalina del viandante hasta quedar maravillado por tan esplendoroso recuerdo. Y es por eso que me duele Sevilla, como antaño Bécquer en San Telmo suplicaba por su amor, o en las finas calles de la judería Juan Tenorio dejó sellado el sufrimiento de un sentimiento. Que Triana observe entonces como su puente te traslada a una memoria en la que merece la pena sumido cada momento.

Cada instante, bueno o malo vivido, queda contigo absorbido por cada camino en el tiempo, y espera la llegada del que lo dejó plasmado para que no olvide que en esta ciudad se siente, y se siente de verdad, tanto que si no se controla se padece, pues tantos lugares únicos alberga que cada uno de ellos aumenta las sensaciones de los recuerdos.

Y tanto te quiero que me dueles, pero no por eso dejas de ser tan especial. Porque cada vez que te recorro me asombras, porque cada vez que veo el corazón de tus rincones me enseñas nuevas emociones. Porque ciego es el que entre en tu Alcázar y no sienta finalmente que se encuentra en una de las ciudades más bonitas que sus ojos han trasladado a su alma.

Es por eso que te hablo ahora Sevilla. Que el mundo entero sepa que hoy no será el día en el que un sevillano diga que no eres encantadora, que con tu vestido de azahar no eres de sueños creadora.